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Buenas tardes, caballero,
¿cómo está, como le va?
Hoy le pregunto primero
si se halla sin novedad.
Hoy desde que amaneció,
de tu santo me acordé,
y luego al punto pensé
qué te regalaría yo.
[Alejandro], vengo buscando,
y me dicen que aquí está;
hoy lo vengo saludando:
¿cómo está, como le va?
Hoy, con toda la voluntad
y con carácter sincero,
le deseo felicidad
a este humilde casero.
Con esta fecha del mes
te vengo a felicitar,
con entusiasmo y destrez,
jubiloso sin cesar.
Para venirte a cantar,
traemos previo permiso
para andar en lo macizo
y pisar el buen terreno;
estos versos te improviso,
[Alejandro], con un carácter tan bueno.
¡Ay!, la luna en su plenilunio
demuestra lindos candores,
y en precioso mes de junio
se oyen cantar ruiseñores.
Todos los alrededores,
calandrias y primaveras,
y la brisa de las palmeras
también se oyen sonar,
y con voluntad de ver a [Alejandro]
Te vengo a felicitar.
En el curso de tu vida
te deseo prosperidad,
y que te sea concedido
de Dios la suma bondad,
porque su divinidad
jamás nadie la reprocha,
y el Santo Niño de Atocha
con la Virgen del Carmelo
con una brillante antorcha
te alumbrarán en el cielo.
Si a Dios amas con fervor,
no temas a lo maligno;
en Él inclina tu amor,
procura ser fidedigno.
Dios es el ser más divino
en toda la humanidad;
hay que usar moralidad,
respeto al derecho ajeno,
que reina la majestad
de nuestro Dios, que es tan bueno.
Con gran viento fui embarcado,
viniendo allá de Galicia,
porque me dieron noticia
que tu santo es celebrado,
y sin haber preguntado
he llegado muy ufano.
[Alejandro], no vine temprano,
porque me detuvo el mar,
pero hoy te vine a obsequiar
con la jarana en la mano.
En fin, voy a terminar
con mis buenos procederes,
pues Gabriel Hernández Pérez
te vino a felicitar.
Solo te voy a suplicar
con mayor benevolencia
que toda esta concurrencia
que hoy te vino a visitar
con respeto y decencia,
[Alejandro], ya se van a retirar.
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Con mucho gusto y contento
venimos a venerar
a este lindo nacimiento
del Niño Dios inmortal,
porque se vino a encarnar
en el vientre de María;
esto bien se sabía,
porque fue profetizado
que a este mundo vendría
a salvarnos del pecado.
Oh, Divino Redentor,
fruto de la Virgen pura,
eres nuestro salvador
y hoy ensalzo Tu hermosura,
porque se ve la dulzura
en Tu rostro sacrosanto,
pues el Espíritu Santo
Te fundó lleno de gracia;
por eso, con mucho encanto,
cantamos con eficacia.
En todo el orbe cristiano
te veneran sin cesar,
porque en el género humano
eres extrasingular,
porque no hay con qué comparar
Tu justicia y Tu poder.
Naciste de una mujer
llamada santa María;
¡líbrenos de Lucifer,
oh, piadosísimo Mesías!
Del mundo eres la delicia,
rey de la sabiduría;
Herodes por su injusticia
persecuciones Te hacía.
Después, con cruel tiranía
Te quiso sacrificar,
con necio y tan vil maltrato,
sin prever un buen recato,
Te mando a sentenciar
con el rey Poncio Pilato.
Poncio Pilato temía
sentenciarte, oh, Rey Divino;
su esposa Claudia decía
“Yo a ti te estimo;
por ese hombre, yo opino,
lo dejes en libertad,
no se le encuentra maldad,
juzga que en él no hay delito;
será el redentor bendito
de toda la humanidad”.
El pueblo mucho exigía,
y al fin tuvo que cumplir,
aunque ya bien sabía
en lo que iba a delinquir.
Al Señor lo hizo sufrir
de acuerdo a lo profano;
después se lavó las manos
para quitarse esa mancha,
y procedimiento ufano
hizo su culpa más ancha.
De Ti, Niño, me despido,
ya no hago más alusión;
Te aclamo con devoción,
y solamente Te pido
que me dejes Su bendición.
Padre celestial querido,
eres de nuestra alma abrigo,
eres nuestro galardón
y solamente Te pido
de la culpa, el perdón.
Adiós, rutilante estrella
que al Niño Dios alumbraste;
veo que en ti se destella
la clara luz con que guiaste
a los reyes que invitaste
para hacer toda oración.
A este Dios de gran virtud,
cariñoso y verdadero,
nos concederá salud
para el año venidero.
La pastorcita
Venid, pastorcita,
venid a adorar
el Rey de los Cielos
que ha nacido ya.
El Ángel Gabriel
ya nos anunció
que allá por Belén
el Niño nació.
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